En el país existen más de dos mil bibliotecas populares en
las que trabajan más de treinta mil voluntarios. Junto a la promoción de la lectura,
ofrecen múltiples actividades culturales.
Cuando se piensa en una biblioteca, en general, se imagina
un lugar silencioso, dedicado a la lectura, muchas veces con lámparas verdes que
emiten luz amarilla y estanterías llenas de libros, que van desde el piso hasta
el techo. Sin embargo, en el país existen más de 2.000 bibliotecas populares,
muchas de las cuales no responden al lugar común. Si bien las une la promoción
del libro y la lectura, cada una se adapta a las necesidades de su comunidad.
Algunas hacen obras de teatro y festivales, otras dan cursos y talleres literarios,
y aunque parezca extraño en algunas hasta crían animales para activar la economía
local.
Este modelo de alianza entre el Estado y la sociedad civil
es único en el continente, destacan desde la Conabip, no sólo por la alta
participación (trabajan 30 mil voluntarios), sino también por la cantidad de
años que tiene este movimiento social (en 2011 la Comisión cumplió 141 años). “Nosotros
hemos sido invitados a presentar esta experiencia en todos los foros nacionales
e internacionales sobre el tema”, cuenta Bianchi.
Una bebeteca
Un caso, quizás, atípico es el de la biblioteca popular
María Luisa Buffo de Ferro, ubicada en Monteros, provincia de Tucumán. Marina
Álvarez, quien trabaja allí como bibliotecaria desde hace 18 años, cuenta a Debate
cómo construyeron una “bebeteca” (una biblioteca para niños pequeños) en el
penal para mujeres Instituto Santa Esther de Banda de Río Salí. En 2009, la
Conabip les asignó un “bibliomóvil” por seis meses. Se trata de vehículos equipados
con material bibliográfico y multimedia, que funcionan como “bibliotecas
circulantes” para poder llegar hasta las personas que, por diversos motivos (viven
lejos, no cuentan con dinero o están cumpliendo una condena, por ejemplo), no
pueden acceder a este tipo de recursos culturales.
El “bibliomóvil” les fue entregado en verano. Dado que las
escuelas estaban cerradas, se les ocurrió que podían llevar la lectura a las
cárceles. En ese recorrido, llegaron hasta el penal Santa Esther, que queda a
70 kilómetros de su biblioteca. Como es una cárcel de mujeres, también viven
con ellas sus hijos hasta que tienen cinco años. “Encontramos que los niños estaban
encerrados con sus madres y que no tenían un lugar especial para ellos. Así
surgió la idea de hacer una bebeteca ahí”, recuerda Álvarez. En 2010,
presentaron el proyecto a la Conabip, que lo aprobó, y finalmente, la bebeteca
se construyó en junio del año pasado.
A principios de los setenta, en Tucumán había más de 70
bibliotecas populares: sin embargo, hoy “sólo hay diez que funcionan plenamente;
las demás fueron abandonadas y muchas están irregulares”. La bibliotecaria
señala a un principal responsable: “Fue Antonio Domingo Bussi quien primero
atentó contra estas instituciones quitándoles un subsidio provincial en 1997
cuando fue gobernador que, a pesar de que era poco dinero, servía para tener los
papeles al día. Ahora, a pesar de haber pasado quince años y ante numerosos reclamos
y petitorios, nuestra provincia no tiene una ley para proteger a las
bibliotecas populares. En realidad, en 2001 se promulgó una ley provincial,
pero nunca fue reglamentada por el gobierno”. Pese a esto, cuenta Álvarez,
asiduamente visitan las bibliotecas y aconsejan a los dirigentes para que
cumplan los requisitos y puedan ser asistidos por la Conabip.
Un adelantado
Inspirado en los clubes de lectura de Filadelfia creados por
Benjamin Franklin, en 1866 Domingo Sarmiento fundó en San Juan la primera
biblioteca popular. Cuatro años más tarde, durante su presidencia, el autor del
Facundo promulgó la ley 419 que disponía que “las bibliotecas populares
establecidas o que se establezcan en adelante por asociaciones de particulares en
ciudades, villas y demás centros de población de la República, serán auxiliadas
por el Tesoro nacional en la forma que determina la presente ley”. El objetivo
de Sarmiento era difundir el libro y la lectura en todo el territorio
argentino. Hoy, 141 años después, son más de 2 mil en todo el país en las que
trabajan alrededor de 30 mil voluntarios.
En 2003, el financiamiento de la Conabip provenía de un
fondo especial correspondiente a un porcentaje de la recaudación de los juegos
de azar.
La visita de Néstor Kirchner, en 2005, al acto de la
comisión en la Feria del Libro quedó en el recuerdo de muchos. Allí, el entonces
jefe de Estado leyó: “Quisiera que me recuerden sin llorar, ni lamentarme. Quisiera
que me recuerden por haber hecho caminos, por haber marcado un rumbo porque
emocioné su alma”, el poema de Joaquín Enrique Areta, un escritor desaparecido
durante la última dictadura.
Para la Comisión, el acto de 2005 no sólo fue importante por
la presencia de un jefe de Estado, sino también porque, en esa oportunidad,
Kirchner anunció la incorporación de la Conabip al Presupuesto Nacional. Así,
según el informe de gestión que presentó el organismo, las bibliotecas
populares pasaron de ejecutar un presupuesto de 7,7 millones de pesos en 2003 a
otro de más de 33 millones de pesos en 2011 (un incremento del 326 por ciento
en los últimos ocho años).
La previsibilidad presupuestaria permitió la continuidad de
planes y programas, según comenta Bianchi, y ejemplifica con el de desarrollo
digital. “En 2003, encontramos bibliotecas que tenían computadoras cubiertas
con una mantillita de crochet con un florero arriba. En otras, las cartas
dirigidas a la Conabip las escribían a máquina; para muchas, el medio de
conexión más directo era el teléfono. Frente a esa situación decidimos hacer capacitaciones
para que aprendieran a usar las nuevas tecnologías. Desarrollamos la red
digital para unir todas las bibliotecas y se consiguió que tuvieran
conectividad a Internet gratuita, a través de un convenio con la Secretaría de
Comunicaciones de la Nación”.
Una de las más antiguas del país es la biblioteca popular
Fiat Lux, inaugurada en Colón (Entre Ríos), en 1876. Hoy, está dirigida por el
matrimonio de Blanca y Jorge Peralta, quienes en 1984, después de recibirse de
bibliotecarios, con dos hijas pequeñas, se establecieron allí para estrenar su
profesión. Con el mismo entusiasmo del comienzo, cuentan las múltiples actividades
que tiene la biblioteca. “Conocíamos un vecino que tenía problemas de visión.
Entonces, surgió la idea de hacer la biblioteca parlante para ciegos: fue la
primera que hubo dentro de las bibliotecas populares, y de ese proyectó se llegó
a la radio”, cuenta, orgulloso, Jorge. El alcance de la FM Cultural Fiat Lux cubre
toda la ciudad, que hoy tiene 25 mil habitantes. Durante la semana, la
programación incluye jazz, soul, tango, folclore, rock nacional e
internacional, y los servicios de la biblioteca. Y los sábados y domingos se
escucha música clásica y los micros grabados con cuentos infantiles y para
adultos. “Una vez por mes cambiamos la temática. En marzo, fue el chocolate y
en febrero, la mujer”, explica Peralta, quien agrega: “La gente viene a la biblioteca
y elige cuentos para que sean leídos. Por otro lado, muchos chicos escriben sus
propios poemas y relatos y los graban con su voz para los micros”. A partir de
la entrega de netbooks a los estudiantes, tanto Blanca como Jorge pensaron que
iba a disminuir la asistencia a la biblioteca. “Sin embargo, pasó todo lo contrario,
como tenemos wi fi, ahora muchos chicos vienen y se conectan con sus computadoras”.
Cita de honor
En 2006, cada biblioteca recibió un subsidio para que
pudiera comprar el material bibliográfico que considerara más interesante para
sus usuarios y la comunidad a la que pertenecía. Desde entonces, cuentan en la
Conabip, dos representantes de cada biblioteca viajan a Buenos Aires para
participar en la Feria del Libro.
Además del pasaje y la estadía de los visitantes del interior,
el año pasado cada biblioteca dispuso de 3 mil pesos para invertir en libros.
Así, se pudo concretar la propuesta que siempre hubo, por parte de las
bibliotecas, de elegir y comprar sus propios materiales. Por otra parte, en la
Feria del Libro se hizo un encuentro nacional de todas las bibliotecas. “Nos parecía
muy importante poder juntarlas a todas, para que se pudieran conocer e
intercambiar experiencias”, señala Bianchi.
A pesar de que, en 2003, la Conabip era el segundo comprador
nacional de libros detrás de una cadena de librerías, las editoriales solían
enviarle muchos libros de autoayuda. “Lo primero que hicimos fue cambiar la
lógica de cómo se venía instrumentando esa compra: les comunicamos a las
editoriales que ya no íbamos a aceptar ofertas, sino que nosotros íbamos a
hacer los pedidos”, agrega Bianchi. Entonces, desde la Conabip se estableció que
la prioridad debían ser los libros hechos con trabajo y capital nacional, y que
la temática de compra se modificaría cada cuatro meses. La primera elección fue
pensamiento nacional y latinoamericano, bibliografía infantil y juvenil y
propuestas de autoproducción. “La idea era fomentar los talleres y todo tipo de
salida laboral para la recuperación económica del desastre de las cuasimonedas
que se vivía en ese momento”, recuerda la funcionaria.
La gestión actual
La bibliotecaria Ángela Signes fue recientemente designada
como presidenta de la Conabip, en reemplazo de María del Carmen Bianchi, quien
dejó el cargo en diciembre último para asumir su banca en la Cámara de
Diputados Nacional por el Frente para la Victoria. Signes
contó a Debate
sobre su actual administración.
¿Cuáles son los
principales lineamientos de la nueva gestión al frente del organismo?
La línea de trabajo del organismo continuará en la misma
dirección que la iniciada en el 2003. El desarrollo e implementación de
programas que promuevan el fortalecimiento de las bibliotecas populares en
relación a su inserción comunitaria, al mejoramiento de los servicios que
ofrecen y la atención a las demandas de los usuarios estará entre los objetivos
prioritarios de la
gestión. La Red Digital, la capacitación, la presencia de los
bibliomóviles del organismo acercando la cultura y promocionando la lectura en
los distintos puntos del territorio nacional y el fomento a la articulación de
las bibliotecas con distintos organismos del Estado y otras organizaciones
serán algunos de los ejes en los que se trabajará para alcanzar los objetivos
planteados.
¿Cuál es la
importancia de las bibliotecas populares a medida que se alejan de los centros
urbanos?
Las bibliotecas populares son espacios de gran importancia
en todo el territorio nacional, tanto en los centros urbanos como en
localidades más alejadas. Estos espacios conformados a partir de la activa
participación de los integrantes de la comunidad son un punto de encuentro y de
expresión cultural. Además de funcionar como centros culturales de gran
inserción comunitaria ofrecen distintos servicios entre los que se pueden
destacar la conectividad, la información ciudadana, el catálogo colectivo de
las bibliotecas populares y diversos programas, no sólo de fomento a la cultura
sino también de otro tipo de iniciativas sociales. En este sentido, el hecho de
que las bibliotecas populares estén conformadas a partir de la agrupación de
los propios integrantes de la comunidad, involucrados por lo general con las
problemáticas e intereses concretos en cada uno de los puntos del territorio en
el que están insertas y en función también de ellos, es central.
Otras historias
Cenizas, inundaciones, animales, cárceles son parte de las
historias que les sucedieron a bibliotecas de todo el país y que quedaron
retratadas en el documental Biblionautas, la otra biblioteca. La película se presentó
en noviembre del año pasado en la Biblioteca Nacional.
Ahora se El documental, que está disponible en todas las
bibliotecas populares del país y en los bibliomóviles del organismo que
recorren los distintos puntos del territorio nacional. Más información en el
portal de la Conabip: www.conabip.gob.ar.
Publicado en Debate en abril de 2012.
Publicado en Debate en abril de 2012.
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