En la obra Etiopía, dos muñecas, Brumaria y Germinal, esperan el
regreso de Herminia, la pequeña hija de dos militantes de los años
setenta que, inexplicablemente para ellas, han desaparecido.
Brumaria y Germinal tienen muy pocos recursos –históricos y
materiales– para saber qué pasó con Herminia y sus padres. Pero cuentan
con algo muy poderoso: amor. Y así, solas, movilizadas por ese amor,
pasan a la acción y emprenden su búsqueda. (¿Algún paralelismo con las
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en sus inicios, cuando no se tenían
más que a ellas mismas?).
Las muñecas, que todo lo que saben es lo que les enseñó Herminia, han
empezado a olvidar. Así que lo primero que hacen es intentar recuperar
el lenguaje de la niña, que es el lenguaje de los padres militantes.
Entonces repiten: revolución, plusvalía, tirano prófugo, utopía, sin
poder darles un sentido ni una conexión.